Une palabra que golpea
“Estamos todos de paso, peregrinos, alumbremos pues un fuego en el cruce a la atención del Eterno. Cerremos el círculo y hagamos un círculo en el viento. Hagamos de este lugar cualquiera un templo. Pues el tiempo ha venido de adorar en espíritu y verdad…”
Lanza del Vasto, una palabra que golpea los corazones y los espíritus.
Cuando se me pidió escribir una página sobre Lanza del vasto, rememoré una de sus charlas en la Borie-Noble. Aquel día una flotilla de zapatos están ya delante de la sala Gandhi donde las mujeres, vestidas de lino azul, hilan con la rueca, y los hombres tallan madera. Lanza entra, inmenso; se sienta sobre una artesa, y después de un silencio, comienza a hablar de dignidad y de conocimiento de sí. Sus manos abren el espacio. Este hombre tenía tal presencia, tal relación con el verbo, que cuando hablaba, me parecía que emanaba una luz de él. Estaba fascinado por esta presencia, esta evidente sencillez dentro de la cual conceptos y palabras tendían a mis ojos, por encima suyo, como una arca multicolor. Esta palabra luminosa me interpelaba vivamente. Lanza era un transmisor de conocimiento que transformaba su auditorio y llevaba a cada uno hacia lo mejor de su capacidad de presencia y escucha. Bebiendo del manantial de amor-sabiduría, liberaba una gracia que alimentaba la chispa divina que cada cual lleva dentro de sí.
El cuerpo, reflejo e instrumento de la vida interior.
Lanza tenía el arte de traernos de vuelta hacia nosotros mismos depurando y magnificando la evidencia y la realidad del cuerpo. Lanza insistía sobre la calidad de la respiración (soplo) en tanto que relación entre la materia (el cuerpo) y la forma (el alma). Incluso los dedos tienen, para Lanza, una simbología particular. En la mano derecha: el índice está asociado a la atención, el dedo corazón a la vertical, el anular a la respiración, el meñique a la distensión, el pulgar a la meditación. En la mano izquierda: el dedo índice representa el respeto, el dedo corazón: la dignidad, el anular: la armonía, el meñique: el desapego, el pulgar: la plegaria. Así, cuando los dedos se responden por las cualidades y virtudes que representan, los mudras de meditación toman un sentido particular.
Vida en comunidad, trabajo de las manos, recordatorio.
La comunidad es un lugar de vulnerabilidad, de reconciliación, de tolerancia, de humildad, y de creatividad. Para que el trabajo sea vida, conviene detenerse en la distensión varias veces al día, para preguntarse quién hace qué, quién es “yo”. Es el “¿quién soy yo?” del Vedanta. Regresar a lo esencial, al cuerpo y a la respiración, a la dignidad y la verdad del alma, a esta luz del sí mismo “que está en la altura y en el abismo, en el infinito de los cielos y en la sombra del corazón como una ínfima simiente…”
Lanza del Vasto precursor de la acción no-violenta (ahimsa).
Ahimsa es el refrenar de la pulsión y del deseo de violencia. De diciembre de 1936 hasta marzo de 1938, Lanza pasó un tiempo junto a Gandhi que le llamó Shantidas. En 1954, volvió a la India y caminó junto a Vinôbâ. Su primera acción no-violenta fue en Sicilia con Danilo Dolci, luego fue Argelia y el Larzac. El ayuno era el instrumento y el arma de la no-violencia de Lanza, apuntando a la conciencia. “¡No se detiene la primavera con fusiles!” Desde aquella época, los compañeros del Arca siguen siendo no-violentos activos frente a los conflictos de la actualidad social y política. El vigor de la vida que es rigor del corazón y del lenguaje, nos procura su mejor brebaje. De ahí el mantra de saludo de Lanza: “Paz, fuerza y gozo”.