Profundidad, claridad, lógica y poesía
Había leído la Peregrinación a las fuentes, pero fue en Marruecos, en los años 1970-72 donde estaba realizando mi cooperación militar como médico-jefe del centro de salud rural de Targuist, en pleno Rif, con mi mujer Claire y nuestro hijo, que oí por primera vez hablar del Arca por un opúsculo de Pierre Parodi, médico él también y que estaba como nosotros en Marruecos, en el sur, en Tata. Este opúsculo se llamaba, imposible olvidar el título: eficacia de los medios pobres en la ayuda al tercer mundo.
Así fue como a nuestro regreso a Francia, difícil como uno puede imaginarse, tomamos contacto con la casa-madre que nos vinculó a un grupo de amigos del Arca en el norte, con el cual hemos hecho largo camino. Y, por supuesto, fuimos varias veces a la Borie-Noble y a Nogaret. Es allí donde conocimos a Shantidas y Chanterelle. Nos subyugaron. Aún recuerdo la alta estatura de Shantidas, sus ojos vivos que te escrutaban, su voz envolvente. Era muy impresionante y a la vez accesible, lo cual siempre he apreciado mucho. Vivía lo que pensaba, lo que no es frecuente en los grandes hombres. Siempre llamaba a mi mujer Chiara…
Chanterelle era igualmente entrañable con sus ojos negros y su voz angelical. ¡Cuánto hemos disfrutado de oírlos cantar juntos! Pasamos allí momentos de pura felicidad. Sí, éramos felices de hacer parte, aún en pequeñísima medida, de esta gran familia que se atrevía a impugnar el mundo. Siempre recordaré a Lanza dominando desde su alta estatura el gentío del Larzac en aquel memorable verano 1974. Siempre le oiré interpretando en la Borie-Noble, la Marcha de los reyes. ¡Y cuán memorables las veladas alrededor del fuego!
Fuimos a escucharle cada vez que vino a Bélgica, y bebíamos sus palabras. ¡Qué alegría oírle expresar con tal profundidad, claridad, lógica, y a la vez poesía, aquello que llevábamos en el fondo del corazón!
El momento más fuerte, que nos marcó definitivamente y que fue tan importante el resto de nuestro itinerario (entramos al final de 1974 en la Comunidad de la Teofanía) fue la noche en la que Shantidas se puso a “cantar lenguas”, solo, largamente, suavemente: la presencia del Espíritu era palpable.