París, 1944 : un primer encuentro decisivo
Fue durante el curso universitario de1943-1944 que tuve mi primer encuentro con Shantidas. Su libro la Peregrinación a las fuentes acababa de salir en noviembre 1943 editado por Denoël.
El autor pasó un tiempo en París habiendo encontrado un local por alquilar en el Barrio Latino calle del Faubourg Saint-Jacques, allí donde ésta se ensancha para formar la plaza de l’Estrapade. Se dedicaba a una de sus ocupaciones favoritas: la escultura en madera y la talla de objetos pequeños. La fama que alcanzó por su libro no tardaría en atraer hacia él visitantes deseosos de conocerle y hacerle muchas preguntas sobre su experiencia de la No-violencia junto a Gandhi.
Estos visitantes eran de distintas edades y de condición social diversa. Pude comprobarlo el día en que mi hermana menor que sólo tenía quince años por entonces, me convenció para acompañarla y juntarme al grupito de su instituto. Apasionados por la lectura de la Peregrinación a las fuentes que yo ni siquiera había leído todavía, se habían propuesto ir a ver a su autor.
No recuerdo la fecha exactamente de nuestra entrevista con Lanza pero creo que fue en torno al mes de abril de 1944.
Nos acercamos a la puerta que se nos había indicado, la puerta muy sencilla de un edificio modesto. Nuestro primer timbrazo quedó sin respuesta. Al cabo de poco, una mujer de unos cincuenta años, sin duda la portera, vino a abrirnos con un aire exasperado y sin ni siquiera preguntarnos quién queríamos ver, nos dijo: “allí está, en su taller, y creo que os recibirá”. Nos quedó claro que estaba harta de ser molestada por este inquilino que tomaba por un extravagante, en todo caso un extraño en el ambiente que le era a ella familiar. Nos indicó entonces una puerta que daba al patio. Se abría sobre una sala casi desnuda que comunicaba por otra puerta con el taller de donde vimos salir a Shantidas con ropa de trabajo.
En cuanto le vimos nos impresionó su altura, su porte, su barba grande, y el destello de su mirada penetrante. Intimidaba pero no era ni altivo ni distante. Sin extrañarse de nuestra corta edad, nos dirigió unas cuantas palabras de acogida y nos invitó a hacerle todas las preguntas que quisiéramos. Durante este intercambio, una señora con abrigo de piel se sumó al grupo y no tardó en tomar la palabra deseando visiblemente atraer hacia ella la atención de nuestro interlocutor.
No recuerdo el contenido preciso de nuestra conversación, pero en un punto donde se trataba del lugar del dinero en la sociedad, Shantidas manifestó la poca importancia que le daba a la riqueza. Todo lo que nos aporta cuando uno se muere, dijo, es una carroza fúnebre ornada de plumas y nos dio la impresión que pronunciaba estas palabras por la señora con el abrigo de piel, quien no tardó de hecho en marcharse.
Lo único que sé, es que enseguida me fascinó Shantidas. Cuando giraba su mirada hacia mí fijaba mis ojos en los suyos diciéndome: “éste es el hombre que espero, es él a quien quisiera seguir; sus palabras me convencen y me liberan. Es él que tomaría por maestro espiritual.”
No tenía ni idea de que mi siguiente encuentro con Shantidas tendría lugar trece años más tarde, cuando en 1957, me convertí en miembro del Comité de la Resistencia espiritual de la que el Arca formaba parte, y fui varias veces a la calle de Landy en Clichy, donde Shantidas y dos de sus compañeros iniciaron un ayuno de veinte días contra las torturas en Argelia. Fue así como conocí a Simone Wasmer, llamada el Bouvreuil, antigua de Bollène, que esposé en septiembre 1957, hace ahora cincuenta años.
Aquel lazo tan fuerte con el Arca que ella simbolizará siempre para mí, se mantuvo a través de las actividades militantes junto a Shantidas durante la guerra de Argelia con lecturas de escritos de Lanza, en particular de la Peregrinación y de los Principios y preceptos del regreso la evidencia; -este último libro fue una referencia constante para nuestra pareja-, y por algunas cortas estancias en las comunidades de La Chesnaie y de La Borie-Noble.
Nuestro encuentro reciente en Bretaña, con Philippe y Laurence, han reavivado recuerdos y afectos antiguos sobre los que hemos podido constatar Simone y yo que no habían perdido en nada su importancia.
¡Paz, Fuerza y Gozo!