Me siento como en tu casa…
Extractos de una carta imaginaria redactada en 2012, estas líneas son a la vez profundas y conmovedoras; para leer el texto entero: Homenaje de Gilbert Hatchadourian a Lanza del Vasto – 2012)
Lanza del Vasto, bien-amado,
Te escribo esta carta que una de mis lecturas me ha suscitado, tus Diálogos con René Doumerc. Este libro me ha hecho descubrir tu pensamiento de sabiduría (…) Lleva a lo más alto lo que es tu autoridad moral, de una libertad de tono, de nobleza que se vuelve fuerza de verdad cuando enuncia la justicia. Había oído decir “actuar según su consciencia es obedecer a uno mismo, lo cual hace libre la elección, sin remordimiento”. Lo que me dices de la no-violencia, lo descubro, ¡me gusta! La no-violencia no consiste solamente en sentarse y en ayunar… La acción no-violenta se medita largamente… Primero hay que distinguir el buen gancho… “el gancho es conmover la conciencia de la gente mediante la excelencia de la causa…” Este postulado me era desconocido, esta vigilancia del respeto del adversario por la “fuerza de la verdad”, esta causa justa proclamada con firmeza, en verdad, obliga al adversario a reconocerla hasta el punto de producirse el vuelco sin derramar gota de sangre. Es la verdad que toca la conciencia y que obtiene el apaciguamiento interior del adversario por la gracia que lo ilumina. (…)
También he descubierto este discernimiento de tus análisis delimitando por niveles planos distintos dentro de tu reflexión: distingues bien, para nuestra comprensión, sobre qué plano debemos reflexionar para un tema dado. Distingues, por ejemplo, las comodidades de los “progresos inferiores” que atañen a las facilidades de lo cotidiano, y los progresos que atañen al alma: “el progreso exterior, de la técnica, de las instituciones no tiene relación alguna con la venida del Reino de los cielos”.
El uno es buscado por las ventajas cómodas que propone, muy propias a veces para obstaculizar la vida interior; el otro, por una vida interior intensa, conduce al reconocimiento para la armonía, la prosperidad…
Visionaria, tu lectura del Evangelio me aporta un enfoque nuevo. “Jesús, ¿qué fue a hacer en el Jordán? Fue a recoger los pecados que los demás habían depositado en él”. Esta frase la medito también en relación con el sacrificio de la cruz: “No son los clavos los que crucificaron a Cristo, es el amor”, dijo santa Catalina de Siena. Sí, soportó, tomó, cargó con, asumió el sufrimiento, y es a través de él que da un sentido sublime al amor, superior a la compasión.
Soy un fiel lector de las obras de Dom le Saux, este precursor del diálogo interreligioso. Tengo algunas interrogaciones no resueltas respecto de la punta del Vedanta, el advaita, con su concepto de ausencia de un sujeto, pues esta visión impersonal sitúa a Dios en una suerte de forma evanescente con la cual no puedo entrar en relación de persona a persona tal en la oración de encuentro con Jesús. La cita con Alguien, la relación del “yo” al “tú” de Dios, hacia el cual mi corazón se inclina invocando al Cristo, está muy lejos de un cara a cara conmigo mismo, pues mi silencio se transforma si no estoy a solas en él. A Dom le Saux le intrigó tanto, meditando en “la gruta del corazón”, que escribió: “¿y si en el advaita fuese yo solamente al que me encontrase y no a Dios?”
Tengo muchas esperanzas puestas en este impulso de la Iglesia hacia el diálogo interreligioso. Lo iniciaste con tus encuentros en la India, mostrando qué podía enseñarnos el hinduismo. “Hemos perdido la intuición del Uno”, es decir la búsqueda del verdadero centro. “El conocimiento de sí es el conocimiento de Dios en nosotros”, dices y precisas: “no digo que el yo sea Dios, digo que sin el conocimiento de sí, no se puede tener un conocimiento correcto de Dios”. ¡Designas pues al yo como “no-odiable”! Pero debe encontrar su lugar justo, lejos de las corrientes new-age y de los adeptos de estos movimientos, a menudo atrapados en su propio reflejo, el ego. Planteas la justa medida: “el yo existe, no sabe donde posarse, pero necesita posarse en alguna parte, ningún ser puede vivir sin un yo que se expresa en la conciencia”. Esta claridad evita la confusión y confirma la antigua sabiduría del vedanta: “está el yo, este ego racionalizante, extenuante, pero también el yo pragmático, útil.” El conocimiento de sí consiste en esta investigación, esta introspección que expulsa al usurpador, el yo flotante (aquel que engendra el dualismo y abre la puerta al sufrimiento), para hacernos volver a encontrar el verdadero yo, aquel que quiere volverse útil.
También he hecho el descubrimiento de lo que defines como el Recordatorio: cosa que en principio parece fastidiosa, y sin embargo: “no os engañéis, ¡os invito a una gran aventura!” ¿Qué mejor manera para el conocimiento de sí que estar dispuestos a soltar amarras en el momento en el que creemos definir y poseer nuestra naturaleza? Esta parada en medio de la jornada por el toque de campana, es el medio de acordarse con el instante presente para percibir lo que son nuestros pensamientos del momento. Estos encuentros nos abren a lo que hace nuestra unidad interior. Lo aprendí durante mis estancias en el Arca y también a través del método del Dr Vittoz con ejercicios similares. (…)
Otra cosa que descubro, y que es precisa y clara: el carácter interreligioso del Arca me aporta este complemento que representa una apertura a las demás religiones para mi fe, y que la alimenta. El Padre Le Saux me ha permitido una interioridad en mis meditaciones, oraciones más íntimas en mi relación con Jesús”, pero mi fe ha venido a colmarme en la relación con esta Presencia. Confirmas mi preocupación de no confundir sincretismo y diálogo interreligioso, de medir correctamente los callejones sin salida y situar los acercamientos. Se te pregunta: “el sabio contempla a Dios como un nivel del ser…”; respondes: “No digo que el sabio reduzca a Dios a este estado, sino que reduce la religión a la obtención de dicho estado…”. Esta fórmula alumbra toda la problemática que separa la fe cristiana y el vedanta, inquietando tanto tiempo al Padre Le Saux. “Reza a Dios que te libere de todo deseo, de todo deseo que no sea él…”. (…)
Tu apertura permanece fiel al Evangelio. Has sembrado la simplificación de vida en las comunidades de tus compañeros, has reivindicado la pobreza voluntaria, has hecho popular la no-violencia, has enfocado nuestro deseo de conocimiento hacia la lucha contra uno mismo, contra nuestras malas inclinaciones, has dado a menudo de tu persona para la causa justa. Esto me ha invitado a releer las obras de Gandhi. Como lo dice el sabio hindú: “¿Porqué siempre querer lo que no se tiene? Sería tan sencillo invertir esta frase y querer lo que se tiene”. Acabas de cautivarme, no es más que un trocito de lo que te pueda decir, ¡me siento como en tu casa! Al fin lo escribes: “la salvación del hombre y del mundo consiste simplemente en el vuelco del espíritu dado la vuelta, es decir en su conversión y enderezamiento, es la buena nueva que se trata de refrescar en todo tiempo…” Entonces me presento a ti como candidato que desea llevar esta cruz de madera sobre un hilo de lana que señala la pertenencia a los compañeros del Arca.