Le caía en gracia…

Dominique et Blandine Léonard (1953 et 1957)

Dominique. 

Llegué a la Borie-Noble en 1977. Tenía melenas largas y mal peinadas, pero Shantidas se mostraba simpático conmigo. Le caía en gracia… ¡mientras que otros se hacían reprender!

Blandine. 

Conocí a Lanza por sus libros. Tenía entre quince y veinte años, y leí todo lo que podía encontrar suyo, conectaba realmente con mi búsqueda. También había asistido a algunas conferencias. Era impresionante hablando tan despacio. El hecho de haberle conocido primero como escritor hacía de él una figura aún más intimidadora.

Cuando vine en período de inmersión a la comunidad en octubre de 1978, me lo encontré varias veces en casa de Yvette Naal y me atreví una vez a llamar a su puerta para hablar con él. No estaba yo muy a gusto…

Cuando anunciamos nuestro compromiso, me regaló una túnica india diciéndome: “¡con que vas a civilizar a tu visigodo!” Aquel día, el contacto fue afectuoso y paternal, me tomó en sus brazos. Para nuestra boda nos envió un correo desde Japón.

Me pasmaba su manera tan sencilla de acoger gentes tan diversas como aquel chico extraño del que me acuerdo… que llevaba joyas. Me acuerdo también de su atención a los detalles y de sus exigencias, como por ejemplo la de cerrar correctamente una puerta de armario entreabierta. Un día nos dio un toque de atención pues habíamos comido el postre de la noche a la hora de la merienda.

Otra imagen que me ha marcado: fue el último verano antes de su muerte, en 1980. De vuelta de unas largas charlas en la Fleyssière, nos dijo sentándose: “¡ah, queridos hijos, qué bella es la vida pero qué cansada!” Se entregaba por completo.