Conocí a Shantidas al principio de los años 1970 en la Universidad del Québec durante una conferencia. No es tanto su personaje lo que me impresionó pues en la época hippie sus aires no chocaban; largas barbas, melena al viento, ropas originales, se veía esto por todas partes. ¡Lo que más me marcó es que comprendía lo que decía! En familia uno se comprende, se dice lo que se piensa, pero que esto me ocurriese con un extraño ¡esto me llenaba de alegría! Me reconocía totalmente en lo que decía. Era nuevo pero no extraño para mí.
Su encuentro me “galvanizó”. Más que una palabra, era una energía que se me comunicaba. Tanto es así, que superé mi dificultad en entender sus libros y me puse a leerlos asiduamente. ¡Él liberó mi sed! Era su rol: despertar, poner en camino. Como si transmitiese un soplo. Su pensamiento era a la vez mío y suyo. Los encuentros siguientes no me aportaron mucho más: todo me fue dado en este primer encuentro. Luego me tocó cultivarlo, pero ya estaba allí todo.
Así pues, me junté con un grupo de amigos y reencontré mi religión cristiana de la que me había alejado. Estos lazos reforzaban, estructuraban lo que se había iniciado en mi interior. Unos años más tarde, me vine a vivir a la Borie-Noble en Francia y me enamoré de esta tierra. Relación esencial, compartida con otros que pasaron a ser mi gran familia. Este vínculo con la naturaleza, por el trabajo de la granja, me correspondía profundamente. Una noche me invitaron a su casa Shantidas y Chanterelle. Estaba intimidado, pero enseguida me puso un apodo: el Arce rojo ¡por mi carácter vegetal y colérico! Los encontré cálidos y me animaron a quedarme más tiempo en la comunidad.
Dos cosas muy importantes que he recibido en el Arca: el Recordatorio (el “rappel”), y el intercambio de las miradas. Esto da una gran energía. Se olvida uno entonces de lo que es sólo intelectual, discurso. Nuestras palabras deben ser fecundadas o son un cuerpo sin vida. Pero cuando está presente una palabra que vive y una vida que habla, es sobrecogedor. ¿Por qué no se habla de esto en la escuela? Esta fuerza de la palabra que hace crecer y que hace vivir… Así la vida de Jesús no está en el pasado, es un camino que nos toca andar a nosotros también. Nos muestra cómo salir del encierro. Es gracias a la traducción de este mensaje espiritual del Evangelio, tal y como Shantidas lo daba a conocer que me vine al Arca.
Hoy día, siento mi implicación en el Arca como la participación en un trabajo invisible que traerá fruto en su momento. Porque Shantidas veía lejos: era “vasto” como lo dice su nombre. A veces esperaba una realización inmediata pero el tiempo es largo… Para mí, es menester situar la vida en comunidad en este largo plazo. No se hace el voto de realizar allí algo perfecto, sino de “ir hacia”. Es mucho más estimulante situar así las cosas en su tiempo de crecimiento. Shantidas era un “agrupador”, alguien que sabía llamar a las personas. Estar en comunidad es aprender a sostenerse mutuamente para ir hacia lo esencial.