Sólo tuve dos entrevistas personales con Shantidas en los años 1976-1980. Como responsable de los Amigos de l’Arche de Montpellier, lo veía en las reuniones de jefes de grupo. A mí no me gustaba mucho el título de jefe, pero me había convencido de asumir este rol diciéndonos: “la enseñanza no se transmite como un conocimiento, habréis de recibirla los unos de los otros.” Estaba por aquel entonces en búsqueda y a disgusto en mi tradición cristiana. Hoy me siento más libre respecto de las instituciones al haber necesitado tomar distancia con lo que hacía obstáculo a mi búsqueda.
Siempre me ha gustado la coherencia de Shantidas, coherencia entre el hablar y el hacer. Me impresionaba por su mensaje, su filosofía de vida que más tarde reconocería en otras culturas. Sabía ver lo mejor de las otras tradiciones religiosas y sacar algo potente de ellas. Después del Concilio, tenían lugar celebraciones ecuménicas en la finca. Shantidas manifestaba una gran apertura hacia ellas, a la vez que mostraba cierta radicalidad y una aceptación de los límites humanos.
Cierto es que era inolvidable como personaje, pero me impactaban todavía más la coherencia de su mensaje, la invitación al conocimiento de sí mismo transmitida en el Umbral de la vida interior, y la importancia que le daba a la belleza.