Ahí estaba, grande, imponente…

Clotilde Marin (1949 en Tournier)

Ahí está, en el patio, grande, imponente, la barba blanca extendida sobre el pecho, la mirada penetrante. Los niños de parvulitos huyen gritando: “¡el papá Noël, el papá Noël!” mi padrino Santhidas vino a visitarnos a mi madre y a mí en la Casa de acogida de la Gavotte, allí donde las historias conyugales de mis padres nos habían llevado aquel año.

Me llamo Clotilde, tengo cinco años, mis padres Roland Marin y Gazelle han sido compañeros del Arca de Lanza del Vasto en la comunidad de Tournier (Charente-maritime), disuelta por entonces. Esta visita anuncia nuestro regreso en el seno del nuevo grupo comunitario en la Chesnaie en el Vaucluse.

Todo había comenzado seis años antes. Y mi madre ofreció a mi padre por su cumpleaños un ejemplar de la Peregrinación a las Fuentes. Fue un arrebato. Mi padre es un militante de alma. La no-violencia le pareció representar su ideal. Le suplicó a mi madre que le dejase probar su suerte en esta comunidad recientemente creada.

Tournier

La pareja llega a Tournier, mi madre está embarazada y no aspira más que a una vida convencional y confortable. Es un shock: mientras que mi padre florece en la realización de un sueño, ella aterriza brutalmente en una realidad difícil. Regla comunitaria, ausencia de comodidades, vida de pareja frustrante… Todo ello dio un nacimiento, una confrontación con la personalidad fuerte de Chanterelle, problemas de salud de mi madre debidos a una vida demasiado dura, y al fin la disolución de la comunidad a causa de una crisis de adolescencia a la que no pudo resistir el grupo.

¿Y Lanza en todo esto? No guardo recuerdos directos de esta época. No tenía más que dos años en el momento de la partida. Sin embargo, el periodo de Tournier es muy importante en nuestra mitología familiar. En muchas fotos muy bellas tomadas por Chanterelle (que acumulaba talentos) se me ve de bebé en los brazos de Shantidas, y de más mayor, dándole la mano para un paseo, o a él haciéndome un dibujo que me miro con gran atención. Fue desde los primeros momentos de mi vida una figura familiar y benevolente.

La Chesnaie

Cuando Shantidas vino a vernos a mi madre y ya mí en la Gavotte (una casa de acogida de Marthe Robin), refundó la comunidad sobre unas nuevas bases, con una regla, con votos, habiendo dado sus frutos la experiencia de Tournier. La pareja de mis padres que rompió seguidamente a una experiencia de vida rural en Noruega se recompuso para integrar este nuevo proyecto.

Tengo cinco años y medio cuando llego a la Chesnaie. Pasaré allí seis decisivos años para mi evolución posterior. Conocería allí a la vez una gran libertad, la adquisición de saberes fundamentales mediante una pedagogía activa, la magia de las fiestas colectivas, la poesía, y también la soledad. Mis relaciones con Shantidas retomaron el curso habitual: me recuerdo sentada sobre sus rodillas con seis años a la pequeña salvaje que estaba hecha con uñas sucias que él me limpiaba con cuidado. Le tuteaba y esto permaneció así siempre. Nuestros cumpleaños eran muy cercanos y los celebrábamos a la vez junto al de Pierre Parodi. Por el cumpleaños de mi padrino, recité una poesía o una historia, la de un viejo chino, que acababa por: “Ah, viejo tío Tchankio Lao, eres viejo pero tonto!” Y le encantaba la impertinencia de mi tono que ponía para este final. Siempre sentí su mirada benevolente hacia mí. En esta época todavía no era el Peregrino; vivía día a día con nosotros y compartía todas nuestras actividades: desde el lavado de los platos a las grandes celebraciones. De niñas, nos hacía reír dándonos el tono del canto con una onomatopeya muy suya: né, né, né, né... a mi madre se le abrían los ojos ante tal irreverencia. Otro momento que provocaba risa tenía lugar cuando, para el Misterio de la Pasión, realizaba la danza de Salomé y luego se desvelaba como Satán peludo diciendo: “Besa mis ojos de cierva y mi boca de fresa, tu deseo me ha colmado….” ¿qué mejor introducción al poder de las palabras y a la poesía?

La ruptura

¿Y la no-violencia? De niña aprendí que las ideas, por muy elevadas que sean, se aplican en los combates cotidianos. Grandes alegrías y grandes desgarros. Estando mi vida de niña íntimamente ligada a la de mis padres, no puedo evocar a Lanza sin mencionar el impacto que tuvo sobre la de mis padres.

En el apartado de las alegrías: cada uno de ellos encontró en la comunidad la posibilidad de ir más lejos en el desarrollo de sus capacidades y la expresión de su identidad propia, pero esto hasta cierto punto.

Mi padre Roland, después de un periodo consagrado a la vida comunitaria, se orientó hacia una faceta del Arca que es la acción y que se llamó Acción Cívica No-violenta. Es él el fundador de esta rama del Arca, lo cual se ha olvidado, Jo Pyronnet llegó sólo más tarde. Y mi padre, este militante, se entrega a fondo en el compromiso para manifestar los valores del Arca en la vida política y social. Desde un despacho muy pequeñito en París, contribuyó con Simone Pacot en la puesta en marcha de acciones en favor de los argelinos confinados en los campos durante la guerra de Argelia, por la protesta contra lo nuclear, y para realizar contactos con las figuras importantes de la sociedad civil cercanas a la no-violencia y a otros movimientos por la paz.

Tal vez dentro de su ardor perdió un poco de vista que no era más que una pieza dentro de un cuerpo más grande; con ocasión de un desacuerdo con Lanza, puso en pie lo que llamaría una objeción de conciencia, considerando que su libre albedrío podía prevalecer sobre lo que se le pedía. Lanza le dijo que un soldado de la paz debe obedecer incluso pagando con su vida, habiendo pronunciado un voto de obediencia. Sus posiciones acabaron inconciliables. Mi padre era un autodidacta con valores más sociales que los de Lanza. A pesar de su inmensa admiración por él, y la fe total en las misiones del Arca, abandonamos la comunidad. Doy aquí la versión de mi familia, pueden haber otras.

Por su lado mi madre Gazelle, durante este periodo, se había acercado más a Shantidas y Chanterelle. Sus almas de artista se encontraron. Al principio Gazelle bailaba al son de los cantos populares pero se cansó de ello y Chanterelle dijo: “hay que hacerla bailar sobre el canto gregoriano”. A partir de ese momento creó su propio estilo de danza sagrada que llamaría más tarde la Danza Meditativa. Shantidas y Chanterelle fueron para ella unos padres espirituales, reconocieron su talento y la animaron. Le permitieron hacer un cursillo de tres meses con una bailarina hindú en París Nyota Nyoka. Cuando mi madre y yo nos fuimos para reunirnos con mi padre en Bonneval-sur-Arc, Shantidas lo sintió en el alma, pero ella quiso seguir a su marido. 

La Gregoriana

Sin embargo, nuestras relaciones con la pareja fundadora no cesaron en este punto. Con ocasión de  unas conferencias en París, fuimos a saludarles. De adolescente iba a pasar a veces mis vacaciones a la Borie-Noble donde siempre fui bien recibida. Al cruzarme con Shantidas, le confíé mis dilemas amorosos. Nos veo remontando la cuesta que iba de la Borie a la Flayssière: “si dudas entre uno y otro, es que ninguno es el bueno”, me dijo con mucha razón.

Mientras que mi padre acabó con toda colaboración directa con el Arca, mi madre retomó contacto a través de la danza. Se inició entonces un nuevo periodo en el que Gazelle, Chanterelle y Lanza iban a dar recitales de canto gregoriano: la Baronne de Carins, el Gran Retour… Y todo continuó después de la muerte de Chanterelle en 1975. Gazelle deseaba transmitir su arte, pero no estaba ocurriendo. Fue entonces cuando Shantidas concibió la idea de « la Gregoriana », una escuela de artes ligada a su filosofía y su enseñanza. Todas las artes quedarían implicadas. Le pidió a la comunidad la puesta a disposición de un caserío en la finca pero no acababan de ceder. Buscarían otros sitios sin éxito y recorrerían Bélgica, Italia, España y Francia para encontrarse con su público. ¿Verá la Gregoriana algún día la luz? Era un proyecto hermoso.

La amistad

He seguido estas evoluciones de lejos y a través de lo que contaba mi madre, pero también gracias a muchos documentos y carteles que guardaba.

Shantidas y Chanterelle no dejaron nunca de estar presentes en mi vida por la cercanía que tenían con mi madre. Al redactar este testimonio me doy cuenta que había entre ellos lo que uno puede llamar amistad. Más allá de las relaciones que les ocupaba en torno a la misión del Arca, había una estima y un placer recíprocos en estar juntos. Mi madre que no es de morderse la lengua, después de un tiempo de adaptación difícil en Tournier, guardó hacia ellos una estima incondicional. En su testimonio sobre la danza como vía espiritual (Nouvelles de l'Arche, año 43, n° 1 a 4), hizo de ellos un retrato lleno de ternura.

Ellos también se lo devolvían. Cuando dejé la casa de mis padres para hacer mi vida, mi madre entró en una profunda depresión. Chanterelle la acogió en la Borie. Se sentaban juntas en un rincón de la naturaleza o en su despacho y Chanterelle le cantaba cantos gregorianos hasta que remontase el ánimo.

Cuando mi madre hablaba de Shantidas en la intimidad, le llamaba “Shantibaba”, y le calificaba de “concentrado de mujer”… Con él las relaciones eran distendidas y aceptaba viniendo de él lo que otros no hubiesen aceptado. Un día, hablando de mí, le dijo con este tono medio altivo, medio irónico que era a veces el suyo: “te tiene bien domesticada”. Le hizo mucha gracia. Más adelante, por una foto en la que están los dos y mi madre tiene una mirada poco amena, comentó: “da cornadas de gacela (Gazelle) en forma de tirabuzón” haciendo el gesto del tirabuzón. Estuvieron ambos encantados de estas palabras. Después de haber visto la película “los cuentos de la luna vaga después de la lluvia”, le envío un pequeño poema manuscrito. Lanza no dudó en confiarle apreciaciones que no hubiese hecho en público y evocó discretamente su sentimiento de soledad en la Borie. Tuvieron una complicidad que duraría hasta el último momento en la Longuera; una complicidad de almas artistas.

Estaban animando juntos una sesión en esta comunidad cuando Lanza cayó gravemente enfermo. He encontrado fotos en una caja de aquel momento. Hay una muy emotiva en la que se ve a los dos cerca del hogar, ateridos y cansados, y detrás estas palabras anotadas: “él: pulmonía, yo: congestión pulmonar”. Estuvo entre los que le acompañaron al hospital. Me ha dicho haber visto su mirada furiosa cuando se le llevaban al hospital porque ya no podía hablar. Había pedido que no se le prolongara la vida inútilmente. Y así se hizo. Nos cuenta estos últimos momentos de intimidad y confidencias en el testimonio suyo (nº3).

Así es cómo mucho después de nuestra estancia en el Arca, Lanza quedó tan presente en mi ambiente familiar, como un ser querido, un ser humano más dotado que otros, un artista más que un filósofo.

La última vez que vi a la pareja Lanza, fue en sueños, vestidos de blanco tal y como les había conocido durante las fiestas. Mi madre estaba muriéndose de un cáncer. Vinieron a saludarme y oí mientras se alejaban: “estos últimos tres meses van a ser difíciles”. Fueron, en efecto, muy difíciles para ella y para mí. El sueño fue tan claro, la  imagen tan real que no dudo que hayan venido a apoyarme. Sin duda, la acogieron del otro lado del velo.

De este contacto con Shantidas y Chanterelle guardo el sentido del compromiso, la convicción presente en la grandeza de la realización del proyecto del alma, cueste lo que cueste.