Una mirada sobre el mundo llena de luz. Una labor de “desciframiento” de lo real, dentro de la certidumbre de que todo está repleto de sentido. Una lengua poética densa y llena de símbolos extraídos de la Biblia y de la naturaleza.
El talento poético de Lanza del Vasto fue precoz; en el liceo Condorcet, en 1918, ya se publicaban sus versos. Sin embargo de estos escritos de juventud de un estilo preciosista, en francés (Baladas libres a las Damas del tiempo presente 1923) o en italiano (Fantasia notturna y Conquiste di vento, 1927), no queda hoy apenas rastro. Lanza todavía no había encontrado la forma propia que le iba a caracterizar y que alcanzaría su pleno desarrollo en los años 1930.
Ésta dará lugar en 1942 a la publicación de La cifra de las cosas, su verdadera y única obra en este campo. Este libro de 126 poemas posee una densidad y una sonoridad particulares que el mismo título evidencia: el objetivo del poeta es descifrar el secreto de los seres y de las cosas, de aprehender su esencia invisible.
Poesía de alcance metafísico, pues, pero que se expresa siempre de manera sencilla y sobria. Lanza ve el mundo como una vidriera “que muestra los destellos de la otra faz”. Los árboles, los animales, el rostro del mundo, el cuerpo de la mujer, la transparencia de toda cosa a la luz, para él todo constituye un signo y provee sentido, a través del prisma del lenguaje.
Señalemos la publicación en 1946 de la La Baronne de Carins, poema épico traducido del siciliano y adornado con dibujos del autor, así como una compilación de poemas en italiano titulada Il Canzoniere del Peregrin d’amore y publicada en 1979 – pues no dejó de componer durante toda su vida.
Esta obra poética a la cual viene asociada la obra teatral de Lanza posee una notable unidad estilística que empieza a ser estudiada. Yaël Comet, con su tesis en filología moderna: Lanza del Vasto. Una poética del tiempo, ha abierto la vía. También ha sacado a la luz en 2001, bellos Manuscritos de La Cifra de las cosas con caligrafía del autor.