Jean-Michel Dauriac evoca a Lanza del Vasto, el decreciente
Jean-Michel Dauriac, profesor de geografía y teólogo, repasa el libro de Frédéric Rognon, «Lanza del Vasto o la experimentación comunitaria», para evocar el recuerdo de aquel cuyo nombre resonaba como un estandarte de contestación.
Fue un tiempo, no tan lejano para mí, pero prehistórico para los millenials, en el que Lanza del Vasto resonaba como un estandarte de contestación: era la época de la guerra del Vietnam, de la guerra fría y del Larzac. Existían enemigos de la paz y de la felicidad muy claramente identificados: los rusos, los americanos, los militares… Un hombre de larga caballera blanca animaba aquellas reuniones con su presencia benevolente y predicaba la no-violencia según los principios de su maestro Gandhi. Se le invitaba a la radio, a la televisión, publicaba sus libros... ¡Ô tempora, ô mores, como decían los romanos!, basta escuchar la radio o ver la televisión para medir el peso de la ausencia de tales personas. El vacío sideral que por todas partes se esparce es el espejo de una época sin otros combates que éstos contra el gluten, las vacunas o el 5g (¡el 4G bien que lo queremos, aun así…!) Nos quedamos cortos si decimos que tenemos derecho a sentirnos un poco nostálgicos en este preciso caso.
El librito de Frédéric Rognon se inscribe en una colección que trata de presentar a los “precursores del decrecimiento”. Objetivo realmente legítimo siendo tal la tendencia de esta generación a ignorar todo aquello que no twittea o no aparece en Youtube. Pues sí, hubo hombres que anteriormente a la orgía consumista de nuestra época, entrevieron el futuro y su peligro y lo denunciaron, incluso combatieron.
La palabra “decrecimiento” no existía, apenas se usaba entre el gran público la palabra “crecimiento”. Se hablaba entonces de progreso, de desarrollo u otras palabras al uso. Pero detrás de estas palabras se esconde siempre lo mismo: el siempre más. Lanza del Vasto, desde el final de los años treinta, formó en la India, durante su estancia junto a Gandhi, el proyecto de una comunidad fundada sobre los principios gandhianos, pero en Europa. Necesitó una década antes de poder lanzar la primera de estas comunidades que tomaría el nombre de “l’Arche” (a no confundir con el movimiento más reciente iniciado por Jean Vanier).
En la primera parte del libro, el autor nos cuenta en unas cincuenta páginas, la vida y obra de Lanza, personaje novelesco. No fue para nada un zángano sino un intelectual de alto vuelo, filósofo de formación, nacido en el seno de una familia aristócrata cosmopolita europea.
En la segunda parte de este librito hallaremos unos extractos selectos de esta imponente obra. La selección muy inteligente, pues hecha por alguien que vivió en el Arca y conoce a fondo toda su filosofía, nos permite descubrir perlas y nos infunde las ganas de ir directos a la fuente: tras esta lectura me lancé a buscar entre los libros de segunda mano y pedí varios libros, aunque en su mayoría no están disponibles hoy día.
Lanza del Vasto pensó una sociedad sin dominadores, sin violencia ni excesos. Hizo la apología de la autosuficiencia agrícola, de la frugalidad feliz, y de la cultura festiva. Sus principios no los inventó, sino que brotan de dos fuentes, aunque solamente cita a una de ellas: Gandhi y Tolstoi. Si al primero lo reivindica como maestro, el pensamiento de Lanza del Vasto está marcado hasta en sus expresiones por Tolstoi, aunque extrañamente no le nombre nunca, al menos en lo que he podido leer hasta ahora. Sin duda, ya en los años treinta, cuando descubre la no-violencia, fue a través de Gandhi, porque la capa soviética y marxista cayó sobre el pensamiento de Tolstoi. Pero el mismo Gandhi le debe el fundamento de sus ideas al profeta ruso. Cabe pues restablecer el árbol genealógico de esta familia de pensadores.
Lanza del Vasto, al igual que Tolstoi o Gandhi, reivindica ser creyente: en su caso, un ferviente católico. Toda su obra está impregnada de una espiritualidad cristiana y no hay que sustraerla en ningún caso de su pensamiento, sin lo cual quedaría éste en un ideal demasiado vago. Este libro nos permite no caer en esta trampa y cernir el conjunto de la visión del autor.
Para acabar, os ofrezco dos citas tomadas de esta lectura: “no pierdas tu tiempo en ganar tu vida. Gana tu tiempo, salva tu vida”. “No protestes contra lo que desapruebas. Pásate de ello.” Los más mayores habrán tal vez reconocido uno de los eslóganes murales del mayo 68: “no perder la vida en ganarla”, pero el pensamiento de Lanza del Vasto vale mucho más que lo que se llamó el “pensamiento del 68”. Descúbranlo leyendo este libro logrado.
Jean-Michel Dauriac