En homenaje a Notre-Dame : "la vidriera", el poema más bello de Lanza del Vasto
El incendio de la catedral de Notre-Dame hace sangrar el corazón de toda Francia. Sobrevenido el primer día de la Semana Santa, se anuncia como un recordatorio de la Pasión. Sin embargo, el fuego ha indultado las prodigiosas vidrieras que Lanza del Vasto contemplara tan a menudo, especialmente el rosetón sur ante el cual compuso el más bello de sus poemas. ¿Es ésta una señal y esperanza de resurrección?
Fue durante la Ocupación, que Lanza del Vasto se prendó de Notre-Dame. Alojado en una buhardilla del barrio de “l'île de la Cité” iba cada día, con el estómago vacío, a saciarse de luz. Y allí fue donde se elevaron en su interior, como dictadas por una potente inspiración, las estrofas de un poema enteramente dedicado a la resurrección de la carne.
No da lugar aquí para hacer un comentario detallado, pero en la hora en la que nuestro país llora el más célebre de sus monumentos religiosos, deseamos rendirle homenaje a través de este poema extraordinario. El primero y el último verso en particular, son como una profecía del evento trágico que acaba de golpearnos.
Daniel Vigne
LA VIDRIERA
Veremos arder el ser y la apariencia
De tal modo que su abrazo arda en esta rosa retonda,
Cuando muertos y revestidos de nuestros cuerpos inmortales
Remontemos, blancos cual un sacerdote en el altar,
Los peldaños de este mundo,
Cuando nuestros cuerpos decantados, nuestros cuerpos de vidrio
Acuñados de cielo y esplendor severo
Traicionen el color con el que carga nuestra alma,
Cuando veamos fija en un círculo la vida,
Y salida de sí misma la materia,
Y aligerada la tierra
Como el pan transparente de una hostia,
Cuando el vacío se pueble de puentes y de alas,
Cuando descifremos el vuelo de la golondrina,
Cuando sepamos de memoria el mar, verbo de mármol,
Y qué largos recuerdos persuaden a los árboles
De llevar, por ambiguos ramajes, hasta su extremo,
Hacia el impasible cielo, sus fieles flores,
Cuando sepamos por qué los santos crecen de pie
Según la ley de los trigos y la línea de los lirios,
Y lo que liga
Las vírgenes locas a las redes de su locura,
Cuando se ilumine toda semejanza
Como luz atrapada en los rayos de la lluvia,
Como la estrella en la noche se desnuda,
Cuando conozcamos el gato, la serpiente y el ibis,
Cómo las profundas rocas meditan sus rubíes,
Qué busca el puerco en el embudo del hocico,
Y el día que la babosa crea con su baba,
Cuando se destaquen, palomas a lo lejos,
Del borde del último cielo, espirales, conos,
Tres triángulos, un cubo y dos dodecágonos,
Para caer y resolverse en músicas suaves,
Cuando todos nuestros pasos llevados aquí y allá, y su camino
Fundido tras de nosotros por el plomo del olvido
Se alcen súbitamente en nuestros ojos con todas
Nuestras tristezas, todos nuestros deseos y todas
Nuestras dudas, perdidos, y el trazo de los actos cumplidos,
Cuando sepamos por qué nuestro destino
Por otro fue interrumpido, o le interrumpe,
De dónde vino el vino que nuestras copas alegra,
Milagro inadvertido en el rumor del festín,
Que el yugo que nos curva el cuello,
Que el error que nos arrastró tan lejos,
Que los duelos sufridos uno tras otro
Abrían un trébol y lo cerraban al punto.
Cuando se dilate nuestro pasado
Luminoso de dolor y bordado de desastres,
Aunque una risa distraída le haya quebrado en su centro,
Cuando nuestro espíritu sepa, como lo sabe esta vidriera,
Por qué la eternidad gira desgastando los astros,
Por qué Dios, desbordando su perfecta forma,
Ha hecho este mundo y querido nuestras derrotas.
LANZA DEL VASTO, Le Chiffre des choses, Paris, Denoël, 1942
LE VITRAIL
Nous verrons brûler l’être et l’apparence tels
Que leur étreinte brûle en cette rose ronde,
Quand morts et revêtus de nos corps immortels
Nous remonterons blancs comme un prêtre à l’autel
Les degrés de ce monde.
Quand nos corps décantés, nos corps de verre
Frappés de ciel et de splendeur sévère
Trahiront la couleur dont notre âme est chargée,
Quand nous verrons la vie en un cercle figée,
Et la matière hors d’elle-même sortie,
Et la terre allégée
Comme le pain transparent d’une hostie,
Quand le vide se peuplera de ponts et d’ailes,
Quand nous déchiffrerons le vol de l’hirondelle,
Quand nous saurons par cœur la mer, verbe de marbre,
Et quels longs souvenirs persuadent les arbres
De mener, par d’ambigus rameaux, jusqu’au bout,
Vers l’impassible ciel leurs fleurs fidèles,
Quand nous saurons pourquoi les saints poussent debout
Selon la loi des blés et la ligne des lis,
Et ce qui lie
Les vierges folles aux filets de leur folie,
Quand s’illuminera toute similitude
Comme lumière prise aux rayons de la pluie,
Comme l’étoile à la nuit se dénude,
Quand nous aurons le chat, le serpent et l’ibis,
Comment les rocs profonds méditent leurs rubis,
Ce que cherche le porc dans l’entonnoir du groin,
Et le jour que la limace crée avec sa bave,
Quand se détacheront, colombes dans le loin,
Du bord du dernier ciel des spirales, des cônes,
Trois triangles, un cube et deux dodécagones,
Pour choir et se résoudre en musiques suaves,
Quand tous nos pas portés çà et là, et leur route
Soudée derrière nous par le plomb de l’oubli
Se dresseront soudain dans nos yeux avec toutes
Nos tristesses, tous nos désirs et tous nos doutes
Perdus, et l’entrelacs des actes accomplis,
Quand nous saurons pourquoi notre destin
Fut coupé par un autre, ou le coupe,
D’où vint le vin qui réjouit nos coupes,
Miracle inaperçu dans le bruit du festin,
Que le joug qui nous courbe le cou,
Que l’erreur qui nous roula si loin,
Que les deuils endurés coup sur coup
Ouvraient un trèfle et le bouclaient à point,
Quand s’épanouira notre passé
Lumineux de douleur et brodé de désastres,
Quoiqu’un rire distrait, au centre, l’ait cassé,
Quand notre esprit saura, comme ce vitrail sait,
Pourquoi l’éternité tourne en usant les astres,
Pourquoi Dieu, débordant de sa forme parfaite,
A fait ce monde et voulu nos défaites.
LANZA DEL VASTO, Le Chiffre des choses, Paris, Denoël, 1942