Lanza no era ni un activista, ni un hombre de protesta. Sus acciones públicas fueron pocas, pero de gran acierto. Brotaban de lo más profundo de su ser. Eran el grito de su conciencia frente a la violencia y a la mentira, un gesto noble y doloroso en favor de la verdad.
La guerra de Argelia fue la ocasión de su primer combate no-violento, en contra de la tortura practicada por la armada francesa. Hace al respecto una Llamada a la conciencia de los Franceses (PDF – 115 ko) que provoca un sobresalto en la opinión pública. Ayuna (ningún alimento, sólo agua) públicamente durante veinte días en París, apoyado por François Mauriac, Louis Massignon, el abbé Pierre, el Général de la Bollardière y otros más. Compañeros del Arca se encadenan en las plazas en contra de las detenciones arbitrarias, o declaran en la comisaría: “también nosotros somos sospechosos”. La policía está desconcertada, el público se emociona. En 1960 publica, Pacificación en Argelia o violencia y mentira, denunciando el callejón sin salida de una guerra colonial criminal. De Gaulle no tardará en comprender que es menester tomar otro camino.
La bomba atómica provoca en Lanza una intensa reflexión y otro grito de alarma. Desde 1958, denuncia la fabricación de esta arma de destrucción masiva de la que Francia cree deber enorgullecerse. En la fábrica de la Marcoule, donde se fabrica el plutonio, y en Génova, ciudad-símbolo de paz, quince días de ayuno generan una corriente de opinión. Las vísperas de la primera explosión nuclear francesa en 1960, publica, De la Bomba texto de una extraordinaria claridad donde Lanza refuta los argumentos justificando la preparación del horror y el pretendido equilibrio del terror.
No se le escucha: le seguirán más de 200 “pruebas” en el Sahara y en la Polinesia. En 1976, Lanza ayuna una vez más frente a la central de Malville. En contra de la loca carrera armamentística nuclear, la advertencia que lanzó permanece, y no será olvidada.
De la Bomba – descargar texto completo (PDF 174 ko)
La objeción de conciencia como derecho a rehusar, por convicción espiritual, llevar armas y obedecer a la orden de matar, es otra de las causas con las que Lanza se mostró solidario. Primero reprimida, esta demanda desemboca en el 1963 en el reconocimiento de la condición de objetor en Francia. En Italia y en España la lucha será más larga. Desde 1956, Lanza ofrece su apoyo a Danilo Dolci en Sicilia, y en 1971, a los objetores españoles en su marcha simbólica hacia las cárceles. Más ampliamente, preconiza la lucha por la justicia con las armas de la justicia, es decir por medios no-violentos. Martin Luther King y César Chávez, en América, compartían esta visión con él.
Lanza vio en el Concilio Vaticano II una ocasión providencial para la Iglesia católica de restablecer la naturaleza fundamentalmente pacífica y no-violenta del cristianismo. Cristiano convencido, Lanza del Vasto quiere rezar por los obispos reunidos y suplicarles pronunciar alguna palabra en este sentido. Es un momento solemne y poco conocido de su vida: en 1963 ayuna cuarenta días, todo el tiempo de la cuaresma en un monasterio cercano a Roma con tal intención. La encíclica Pacem in terris, publicada el lunes de Pascua, será una respuesta a su expectativa así como la constitución Gaudium et Spes que declara: “No podemos no elogiar a quienes renuncian a la acción violenta para la salvaguarda de sus derechos, y que recurren a medios de defensa que están al alcance de los más débiles” (§ 78). En 1965, cerca del cierre del Concilio, Chanterelle, esposa de Lanza del Vasto, y un grupo de 18 mujeres ayunarán también en Roma con esta misma intención. Nótese que desde aquella época, todos los papas de la Iglesia católica, y hoy día el papa Francisco, se pronuncian de manera cada vez más explícita a favor de la no-violencia.
La extensión de los campos militares del Larzac, decidida de manera brutal, provoca la protesta de 103 campesinos víctimas de la expoliación de sus tierras. El Arca instalada no muy lejos de allí, no permanece sorda ante tal injusticia. En 1972, Lanza del Vasto ayuna allí 21 días para transmitir a este movimiento el espíritu y los métodos de la no-violencia. Una mujer de agricultor dirá: “Nos ha dado tres semanas de su vida”. La comunidad del Arca se implica, ocupa el caserío de Truels requisado por la armada. El enfrentamiento, del que el filmTodos al Larzac hace memoria, dura nueve años y se vuelve poco a poco a favor de los campesinos. En las altas esferas se contemporiza; in situ, los soldados son tocados en su conciencia, los jefes dudan, las expulsiones son aplazadas. En 1981, el año de la muerte de Lanza, el estado abandona el proyecto. Lo que fue la simple defensa de un derecho se convirtió entonces en un amplio movimiento social en contra de la militarización en exceso, por el respeto de la tierra, para una reflexión de fondo sobre el futuro de nuestro mundo. El Larzac permanece como símbolo: la grande sombra del peregrino pasó por allí.